Luis Miguel Carriedo
Acababa de ver como los ojos de María
Scherer se iluminaban mientras decía “a mi viejo le va a encantar”. Entonces subí
corriendo las escaleras de Petén 94 en la colonia Narvarte -donde se encuentra todavía
la redacción de la revista Etcétera- para tomar una tarjeta de presentación con
mi nombre y escribir al reverso: “Para don Julio Scherer”. Era noviembre de
2006.
Usé esa a falta de las ad hoc habituales entre políticos, con
sus apellidos en letras garigoleadas, la leyenda “con los atentos saludos” y
hasta sobrecito para guardarlas. La que yo tenía me identificaba como
“reportero” en un lado y el otro, en blanco,
fue el que abrió espacio para escribir una dedicatoria al más destacado
periodista mexicano de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI.